Después de un desayuno tardío en el balcón, donde nos quedamos un buen rato con café y una vista preciosa del desfiladero, salimos a hacer un poco de turismo. Ronda es lo bastante pequeña como para recorrerla casi toda a pie, y el plan del día era visitar la plaza de toros, la Plaza de Toros, y el museo que la acompaña. Es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad y una parada casi obligatoria si quieres entender la historia y la cultura de Ronda.
La plaza se inauguró en 1785 y está considerada una de las más antiguas y con mayor importancia histórica de España. Aquí se sentaron muchas de las bases de la tauromaquia moderna, con la familia Romero desempeñando un papel fundamental en el desarrollo de la tradición.
La plaza en sí es preciosa. Construida en piedra arenisca, tiene un aspecto sereno y equilibrado, con dos niveles de arcos que rodean todo el ruedo. Incluso cuando no ocurre nada en la arena, se siente claramente el peso de la historia. Hoy en día, la plaza solo se utiliza una vez al año, en septiembre, durante la Feria de Pedro Romero, cuando se celebra la Corrida Goyesca. En este festejo, los participantes visten trajes históricos. El resto del año, la plaza funciona principalmente como museo.
El museo ofrece una visión clara y directa de la historia de la tauromaquia y del papel de Ronda en ella. Hay trajes, carteles y objetos históricos, presentados de una forma más informativa que idealizada. La plaza pertenece a la Real Maestranza de Caballería de Ronda, una institución que todavía mantiene una escuela de equitación en activo. También se pueden visitar las caballerizas y la pista de entrenamiento vinculadas a la plaza, lo que aporta una perspectiva interesante sobre el uso original del lugar y la estrecha relación entre la equitación y la tauromaquia.
A lo largo de los años, Ronda ha atraído a muchos artistas y escritores, entre ellos Ernest Hemingway, que quedó fascinado por la ciudad, el paisaje que la rodea y la cultura taurina. Tanto Ronda como los toros aparecen en varias de sus obras, inspiradas por su tiempo en la zona.
En conjunto, nuestra visita a la plaza de toros y al museo de Ronda fue interesante y educativa. La plaza es impresionante y el museo ofrece una visión histórica sólida. Es un lugar que permite entender una parte importante de la historia de la ciudad y que merece la visita, incluso para quienes no consideraríamos nunca asistir a una corrida.
Dicho esto, es difícil ignorar el aspecto ético de la tauromaquia. Hoy en día es mucho menos popular en España de lo que fue en el pasado, y la oposición ha crecido considerablemente. Personalmente, nunca he asistido a una corrida, porque en el fondo no creo que los animales deban sufrir de manera innecesaria. Puede sonar un poco hipócrita cuando también como huevos de gallinas y bacon de cerdos que quizá no hayan tenido una vida ideal. Sin duda, es algo en lo que vale la pena pensar.